El 6 de diciembre de 1989 es una fecha dolorosa para las mujeres del mundo. Ese día, un pistolero solitario, asesinó a 14 mujeres estudiantes de la Escuela Politécnica de Montreal, por el “delito” de ser mujeres. La Campaña de los 16 días de Acción Contra la Violencia hacia las mujeres, agregó esa fecha a su calendario.
La Masacre de Montreal, como hoy se la conoce, ha quedado indeleblemente impresa en la historia, y difícilmente será olvidada por las mujeres que dieciocho años después ven horrorizadas como sus congéneres son asesinadas por sus maridos, amantes o convivientes en lugares tan distintos como Ciudad Juárez, Guatemala, Argentina, Chile, El Salvador, Turquía, España o Rusia, sin que esta racha de muerte sea detenida.
Dos años después de la masacre, un grupo de hombres de Ontario y Québec decidió iniciar una campaña para poner fin a la violencia en contra de las mujeres. Adoptaron como símbolo una cinta blanca. La cinta ya había sido utilizada durante los actos de conmemoración de los asesinatos de las 14 mujeres.
La Campaña del Lazo Blanco reunió en el primer año (1991), a cerca de cien mil hombres de Canadá. Desde entonces esta Campaña se ha extendido a Estados Unidos, Europa y gran parte de América Latina.
Desde el inicio de la llamada “Revolución Silenciosa” de Québec en la década de 1960 del siglo pasado, las mujeres fueron fortaleciendo su presencia en el mundo del trabajo en ocupaciones no tradicionales y puestos de dirección. Entre 1970 y 1980, un creciente número de mujeres ingresó a la Escuela Politécnica de la Universidad de Montreal. Si bien una mayoría de hombres aceptó y dio la bienvenida a estas transformaciones, una minoría se sintió en desventaja y no tardó en reaccionar.
Uno de esos descontentos fue Marc Lèpine, sobreviviente de un abuso infantil quien fue descrito por conocidos como un hombre solitario y voluble. Marc había intentado sin éxito ingresar a las Fuerzas Armadas Canadienses. También fracasó en su deseo de estudiar en la Escuela Politécnica. Al ser rechazado por la Escuela, culpó directamente a las políticas de “acción afirmativa” promovidas principalmente por las feministas.
En la carta que dejó sobre su cuerpo, el asesino de 25 años expresó una exacerbada misoginia:
“Por favor, tomen nota de que si estoy cometiendo suicidio, hoy no es por razones económicas, sino por razones políticas. Por eso he decidido mandar Ad Patres (a los padres) a las feministas que han arruinado mi vida. Las feministas siempre han tenido el talento de irritarme. Ellas quieren retener las ventajas de ser mujer, mientras tratan de arrebatar aquellas de los hombres. Son muy oportunistas ya que descuidan el provecho del conocimiento acumulado por el hombre a través de los años. Siempre tratan de sub-representarlos cada vez que pueden…”.
La carta estaba acompañada de una lista de 19 prominentes mujeres de Québec que desempeñaban puestos de dirección, o estaban en oficios no tradicionales, como la primera mujer bombera de la provincia y la capitana de policía. Al final de esta lista, Lèpine escribió: “¡Estas mujeres morirán aproximadamente hoy. La falta de tiempo (puesto que empecé muy tarde) ha permitido a estas feministas radicales sobrevivir!”.
La primera reacción frente a esta espantosa masacre, partió de las autoridades municipales y provinciales que declararon tres días de duelo, la bandera del parlamento canadiense ondeó a media asta y fueron encendidas velas para actos de vigilia en todo el país. La violencia sexista dejaba de ser un problema exclusivo del movimiento feminista para instalarse en la conciencia de todo el país.
“Este suceso me marcó enormemente”, diría Noemí Klein, famosa escritora y periodista canadiense conocida por sus aportes teóricos y su activa militancia en el movimiento anti-globalización. “Por supuesto que después de esa matanza una debía llamarse a sí misma feminista”.
Otras mujeres decidieron ir más allá de las palabras para actuar, como Judy Rebick que decidió fundar el Comité de Acción Nacional para el Estatus de la Mujer. Fundamentando esta iniciativa declaró: “Si él (Lèpine) hubiera matado 14 judíos, hubiera sido visto como un desequilibrado, pero también como antisemita”. Esta fue su respuesta frente a los argumentos de una parte de la opinión pública que calificó a Lèpine de “loco”.
Sin embargo, este argumento ya había sido desvirtuado por el mismo asesino que en su nota suicida escribió “Aunque el epíteto de Asesino Enfermo me será atribuido por los medios, me considero una persona erudita y racional que sólo la llegada de la Muerte ha forzado para cometer actos extremos”.
Fuente: http://www.iansa.org/mujeres/isis-chile-dossier-16-dias-2007.doc
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Hace 5 años
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