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miércoles, 16 de mayo de 2018

72 horas de armas, banderas y rifles

Artículo publicado en La Vanguardia el 06/05/18 - Autora: su corresponsal en Dallas, Beatriz Navarro

"Quince acres con más de 800 expositores, como prometía la Asociación Nacional del Rifle (NRA) en la publicidad de su convención anual, son muchos metros cuadrados (unos 15.000) y muchísimas armas, un laberinto por el que desde el viernes y hasta hoy habrán pasado más de 70.000 estadounidenses extasiados.
En medio de semejante orgía de fusiles, consumismo, fantasías con forma de pistola, casetas de tiro con láser y accesorios inverosímiles, un rincón del centro de convenciones de Dallas (Texas) absorbe por unos minutos la atención. Son las cuatro y media de la tarde: es la hora de la tómbola. “¿Quién quiere llevarse una gorra? ¿Y una pegatina para el coche?”, pregunta el presentador del stand de Daniel Defense mientras arroja los objetos a una multitud alborozada. Pero no están ahí para esas menudencias. “¿Quién quiere llevarse este rifle?”, pregunta al fin el vendedor, exhibiéndolo con el brazo en alto. “Este regalo no lo puedo tirar, jeje”, ríe. Comienza la rifa y se hace el silencio mientras el público busca su número en las tarjetas que han cogido al visitar el stand. Al segundo intento, ¡bingo! “¡Tenemos un ganador!”, celebra el presentador mientras el público se dispersa, sin esperar a conocerlo.

Hay mucho por ver y decenas de rifas más para ganar armas, sorteos además no presenciales (“se lo enviamos a casa”, prometen mientras registran el e-mail). Para la NRA, su 147ª reunión anual es más que una feria de armamento, conciertos de countryo seminarios para ponerse al día sobre cambios legales. Quiere ser “una demostración de fuerza de la segunda enmienda”, se lee a la entrada de la convención, a la que La Vanguardia asistió como visitante, ya que la asociación sólo acredita a prensa estadounidense.
“Ojalá los medios extranjeros hablaran menos de unos pocos tipos malos que tenemos y se fijaran más en nuestros héroes”, deseó el viernes el presidente de EE.UU., Donald Trump. Uno de ellos es Stephen Willeford, el hombre que en noviembre pasado cogió su fusil y disparó a un hombre que acababa de matar a 25 personas en una iglesia de Sutherlands Springs (Texas) para frenar su mortal propósito. Willeford, socio de la NRA, se enzarzó en un tiroteo en coche con el agresor. La policía lo encontró con tres heridas de bala, una letal en la cabeza, al parecer autoinfligida. “Tenía armas, por eso salvó vidas”, celebró el gobernador de Texas, Greg Abbott, poco antes del discurso de Trump, que habló ante 10.000 admiradores desarmados. Aunque, como en todo Texas, en el resto de actos y espacios se podía llevar armas en público, allí los servicios secretos impusieron su criterio.
Creada en 1871 por un grupo de soldados para mejorar las habilidades de la población para manejar armas, durante un siglo funcionó como una asociación de aficionados al tiro y la caza, pero ha derivado en un poderoso lobby que defiende una interpretación absolutista de la segunda enmienda. “No puedes ceder en nada. Nunca tendrán suficiente, van a querer más y más. Lo siguiente será confiscar todas las armas a los ciudadanos de bien. Los malos tipos siempre las van a encontrar”, defiende a la salida de la feria un jubilado llegado de Massachusetts.
La NRA, que asegura tener 5 millones de socios (el 1,5% de la población total de EE.UU.), ha hecho suya la misión de crear esas “milicias bien armadas” de las que habla el famoso pasaje de la Constitución estadounidense, aunque a menudo se olvide que afirma que deben estar “bien reguladas”. La feria es el momento de otear material, acariciarlo, sostenerlo, probarlo, aunque no puedan comprarlo (sólo se permite la venta de munición y accesorios).
Todo se publicita con la misma alegría, banalidad y las mismas técnicas de marketing que para vender cualquier otro artículo de consumo.
El ambiente es festivo, mayoritariamente blanco y masculino. Hay pandillas de amigos, mujeres y familias con niños, bebés y adolescentes a los que les brillan los ojos al levantar el último grito en rifles automáticos o al encontrar el accesorio perfecto para customizar sus armas. Proclamas patrióticas, banderas y un aroma de libertad presiden los stands, no sólo por la degustación de Black Rifle Coffee. “Libérate del cinturón”, dice la publicidad de una cinta de encaje para ocultar armas de la marca Femme Fatale, que también vende corpiños, ligueros y bolsos al mismo efecto.
Vídeos con operaciones especiales en bosques o ciudades ilustran las fantasías de los asistentes, que pueden desde elegir un safari o un curso de tiro familiar, a contratar un taxidermista o comprar un kit de primeros auxilios. Entre las novedades, los polémicos silenciadores, la pistola con forma de móvil o las flechas con tracker o bluetooth. Unos puestos más allá, un producto que año tras año gana notoriedad: las carteras blindadas para escolares. “Nuestro negocio es la seguridad, señora”, dice el vendedor."


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