"He visto el coraje de los padres, de los estudiantes, de los pastores, y de os oficiales de policía de todo el país que dicen no tener miedo y tengo la intención de seguir intentándolo, con o sin el Congreso, para ayudar a detener más tragedias en las que mueren estadounidenses inocentes en nuestra salas de cine, centros comerciales o escuelas como Sandy Hook", ha recalcado el mandatario.
Un argumento que contrasta con la intensidad del discurso del año pasado, debido a la cercanía con una de las peores matanzas acontecidas en la nación, cuando en esta escuela de Newtown murieron 27 personas, entre las que estaban 20 menores de seis y siete años. “Un solo voto para acabar con la violencia de las armas”, dijo el mandatario invocando a las víctimas de ese suceso. Nada ha cambiado desde entonces. Todas las medidas propuestas por Obama se han hundido.
Y los datos continúan siendo escalofriantes. En 2013 se produjeron una treintena de tiroteos en EE UU, en los que fallecieron como mínimo cuatro personas. El peor fue el ocurrido en la capital federal en septiembre, cuando un hombre mató a 12 personas y se quitó la vida en el Mando de Operaciones de la Armada de Washington. A pesar de que estos sucesos son los que tienen más impacto en la sociedad, los datos muestran que un promedio de 20 niños y adolescentes son hospitalizados diariamente por heridas de armas de fuego, según una información publicada ayer lunes en la revista Pediatrics y elaborada por investigadores de la Universidad de Yale.De los más de 7.000 menores implicados, el 89% fueron varones, que ingresaron en los centros sanitarios. En 2009, año de registro del estudio que incluye datos de 44 Estados, murieron 453. La causa principal de las hospitalizaciones entre los jóvenes de 15 a 19 años fue el atraco, mientras que entre los menores de 10, fue la lesión no intencionada.
“Estos datos son muy graves. No se ha producido un esfuerzo real de salud pública para reducir las lesiones por armas de fuego debido, en parte, a la restricción federal de investigaciones a este respecto”, indican los autores en el texto. “Desde que el Congreso se encargó de esta materia en 1997, más de 427.000 personas han muerto por arma de fuego en EE UU, incluyendo más de 165.000 que fueron víctimas de homicidio”, agregaron.
Según el Centro de Prevención y Control de enfermedades de EE UU cada hora se registra una media de tres muertes relacionadas con armas de fuego, y siete personas reciben un impacto de bala. Cada día, 53 personas utilizan un arma para quitarse la vida.
A pesar de la tragedia de las cifras se reaviva, una y otra vez, el debate nacional sobre la Segunda Enmienda de la Constitución, que es el derecho a tener un arma de fuego para defenderse. Las tasas de homicidios y de posesión de armas siguen siendo más altas en EE UU que en cualquier otra parte del mundo, aunque los datos muestran que los tiroteos han disminuido en las dos últimas décadas.
Han pasado 200 años desde que James Madison introdujera la Ley sobre Derechos en la Constitución, pero nadie puede dudar que la nación ha cambiado y también lo han hecho sus armas.
A pesar de la voluntad demostrada por Obama de obtener una mayor restricción sobre las armas de fuego, su propuesta fue derrotada en el Senado el pasado mes de abril. La iniciativa no solo encarnaba la apuesta más ambiciosa de la legislación más dura sobre el control de armas presentada en el Congreso en los últimos 20 años, sino que recogía una de las principales apuestas para la reducción de la violencia armada defendidas por el mandatario.
La decisión supuso un duro revés para las aspiraciones de aprobar una ley restrictiva en el control de armas, una prioridad en la agenda política de la Casa Blanca tras la matanza de Newtown. Pero la realidad muestra que parece que nunca termina de cuajar una medida potencialmente buena que cambie a este respecto la mentalidad de los estadounidenses
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